Ayer noche no, antes de ayer, ¡uy, qué pechá de llorar me pegué!

Llevaba días esperando con anhelo EL LIBRO. Sabía que iba a ser especial, pero realmente durante muchísimo tiempo no quise crearme expectativas. No porque creyese que de esa manera lo iba a minusvalorar después, sino que simplemente quería dejarme fluir. Últimamente es lo que siento en todo momento, el deseo de dejarme fluir.

Llevaba semanas sabiendo que en algún momento llegaría y sentía que iba a ser mágico. Solo esa idea era la única que dejaba asomar en mi cabeza.

Cuando salió, mi amiga, mi cómplice, me dijo “Deja el dedo quieto, no muevas un músculo”. En esta ocasión quise complacerla. No lo había hecho en otros de sus hitos, como cuando sacó el kit de su jersey 100K o cuando presentó al mundo su colección de bolsas de labores. Pero esta vez era diferente, sentía que lo deseaba de verdad. Así que me volví a dejar fluir.

El lunes temprano un paquete llegó a la escuela. Abrí yo, no siempre lo hago, y me pusieron un sobre en las manos. Lo supe, era ella. No quise abrir el envío. Lo dejé a mi ladito en el despacho acompañándome toda la mañana. A la hora de salir lo deposité en mi bolso, sin abrirlo. La prisa se asomaba sobre mí, pero yo quería dejarme fluir. Tenía que ser especial.

Así que cuando llegué a Sevilla tuve que ir a recoger a Lucas a casa de su abuela y ella me acompañó en mi bolso, la seguía sintiendo cerca. Cuando llegamos a casa la hora de la cena y baño estaban acechando, habíamos pasado largo rato disfrutando con los abus y yo sentía que empezábamos a fluir juntas.

Entonces llegó el momento, Albert subió a Lucas a su cama para contarle unos cuentos antes de dormir. Mi pequeño se despidió de mí hasta el siguiente día con un beso y yo me senté en el sofá y lo cogí. Se me había olvidado decirte que antes de ir a por Lucas pasé por casa para recoger a mi pareja y aproveché para abrir el paquete y grabar en vídeo un primer vistazo. Quería tener buena luz para mostrarlo en stories. A las #CrocheterasInstagrameras nos gusta hacer esas cosas. Aún así, lo volví a meter en el sobre y en mi bolso. Me gustaba la sensación de sentirla cerca.

¡Qué bonito era! ¡Qué delicado! Se notaba que en esa pieza había mucho cariño.

Pero a lo que iba antes, cuando cayó la noche y mi pequeño se fue a dormir plácidamente llegó mi momento, nuestro momento. Como si la llamase al telefonillo para que bajase a charlar un rato.

Fue mágico, sí. Descubrí una obra de arte en la que se enlazaban pedacitos de vida, de una carrera, con dulces y bellos patrones de crochet. Fotos preciosas que amenizaban la velada para deleitar la mirada de las buenas lectoras. Esas que se toman sus tiempos y hacen pausas entre párrafo y párrafo para pararse en la reflexión.

La leía a ella, pero sentía que la escuchaba. Realmente sabía todas sus historias, ella me las había contado en largas veladas, siempre rodeadas de comida. Pero esta vez la escuchaba mientras la leía entre bellas palabras. ¡Qué bien escribe!

La lectura avanzaba y cada vez se notaba más que la emoción del júbilo empezaba a dar paso a reconocimientos a personas de su vida. Y mis alegrías abrazaron mis llantos. Estaba ante algo diferente. No era un simple libro de crochet. Era su vida hecha crochet.

Y hasta aquí puedes leer….

PD: El libro de mi mifa Santa Pazienzia lo encontrarás aquí ;)