Los días de lluvia.

¡¡Me flipan!! Pero de una manera grotesquísima. No sé cuál es la razón pero me ponen muy feliz. El frío, la humedad, la necesidad de llegar a casa para encontrarme calentita. Mira que soy friolera, pues más amo esa sensación de calidez y resguardo bajo una buena manta frente a la candela.

Mirar por la ventana y disfrutar del cielo encapotado, del sonido de las gotas chocando contra el cristal, el olor a mojado. Esa sensación de volver a otoño, mi estación favorita. Ponerme a tejer, tomarme un té.

Esta mañana, mientras conducía hacia el trabajo y disfrutaba de las negociaciones con Lucas para elegir la siguiente canción, recordaba que aunque a mí me gustaban estos días lluviosos, conducirlos no era mi fuerte. No es que no me atreva, es que me da pereza tener que sentirme en tensión. En el coche somos dos vidas y la responsabilidad es enorme. En mi mente, rápido y veloz como los rayos que anoche relampagueaban en el exterior de mi guarida, apareció una imagen. Mi padre al volante. En las mañanas lluviosas. Nunca le temblaba el pulso. Parecía encontrarse en su salsa.

Daba la casualidad de que él siempre llamaba al timbre ese tipo de mañanas. Para acompañarnos al pueblo donde trabajo. Siempre estaba ahí para convertirse en el responsable de tan pesada carga. Las vidas de su familia. Sonreía y nos decía: “¡Venga, vamos! ¿Qué le digo a la abuela que ponga para comer?”. Seguro que muchxs de vosotrxs ya sabéis mi respuesta: “Huevos fritos con patatas”.

Escribo esto y me emociono. Hoy al aparecer en mi mente, con las manos fuertemente agarradas al volante y charlando con Lucas sobre la posibilidad de poner una de mis canciones después de sonar una de las suyas, lo he sentido. Él estaba allí, con nosotrxs. No me daba miedo conducir en una carretera llena de camiones con una lluvia incesante. Tranquilidad, buen hacer y valentía. Todo iba a estar bien. Nada de carga en mis hombros.

Hoy me apetecía hablaros de mis pequeñas andaduras en el blooming tea. Tengo que hablaros sobre cómo poco a poco voy intentando cogerles el truco. Pero es que de pronto me han apetecido unos huevos con patatas y creo que me voy a ir a darle un beso a mi abu. Seguro que Lucas lo agradece.